Hay veces que la publicidad o las bonitas fotos de las redes sociales nos hacen creer que vivimos en un mundo perfecto, donde toda la comida es deliciosa, las productos son fantásticos y todos nacemos con el talento innato para cocinar o para elaborar manualidades impecables.
Lo triste llega cuando la realidad golpea nuestras expectativas y nos damos cuenta de que la publicidad engaña, de que muchos productos son un asco o que no tenemos ninguna habilidad para hornear.
Así, de la forma más cruel, estas personas se dieron cuenta de la triste realidad.