Todos nos comportamos de manera distinta cuando estamos solos en nuestra casa y cuando tenemos invitados. Generalmente, cuando estamos solos somos desinhibidos y espontáneos, solo dejamos que la inspiración fluya; además, tenemos ciertas manías o costumbres que nos hacen sentir bien, pero que no podríamos externar en público porque moriríamos de vergüenza.
Por otro lado, cuando tenemos invitados nos convertimos en la persona más refinada y decente que el mundo jamás ha visto.