Si hay algo que nunca debe mezclarse -además de la leche y la sandía- son las sesiones fotográficas y los bebés. Al juntar estos dos elementos ten por seguro que será un caos total, no importa si tu hijo despertó ese día excepcionalmente de buenas, es casi un hecho que al ver una cámara fotográfica hará todo lo posible por vomitar esa papilla de espinacas que almorzó hace unas horas o, ¿por qué no?, orinarse, babear, hacer popo, llorar, gritar y _______ (agregue cualquier otra acción).
Las fotografías que verás enseguida muestran la expectativa que los tristes e ingenuos padres tenían sobre las fotografías que tomarían a sus hijos, y del otro lado el vergonzoso y divertido resultado. Diviértete un momento: