No conozco a ninguna persona a la que le guste recibir órdenes, sin embargo, para convivir en paz a veces se tienen que acatar algunos mandatos, aunque sea de mala gana.
No obstante, algunas personas se han profesionalizado en seguir las instrucciones al pie de la letra, ya sea porque son muy ingenuas o porque detestan tanto ser mandadas que utilizan su negro sarcasmo como herramienta para no volver a obedecer los preceptos ajenos.