La profesión de maestro es una de las más desgastantes y dedicadas en todo el mundo; sin embargo, a pesar de que es una carrera muy importante para la educación, a lo largo de los años muchas personas y sobre todo los padres de familia le han perdido el respeto al grado de subestimar su trabajo.
Como es de esperarse, existen muchas personas que simplemente opinan sin conocer nada con respecto al trabajo de los demás, tal y como sucedió con este hombre que expusó su opinión negativa contra los profesores, sin pensar un poco en el valor que esta profesión tiene al enseñar a los niños.
Por fortuna, una maestra lo puso en su lugar.
Los invitados a una cena se encontraban hablando sobre cuestiones de la vida. Durante la conversación un hombre, CEO de una gran empresa, puso sobre la mesa la cuestión del problema en la educación:
“¿Qué va a aprender un niño de alguien que decidió que su mejor opción en la vida fue convertirse en maestro? Los que tienen la habilidad de practicar una carrera, la practican; mientras los que no tienen talento para esa carrera se convierten en profesores”.
Y para confirmar su teoría se dirigió a una maestra que se encontraba presente en la cena:
“Usted es maestra Susan, sea honesta ¿qué piensa sobre esto?”
Susan se caracteriza por ser una persona que habla con franqueza, por lo que le respondió con toda tranquilidad:
“¿Quiere saber lo que hago? Bueno, lo cierto es que hago que los niños trabajen más de lo que nunca pensaron que sería posible. Consigo que si sacan un 8 sientan como si ganarán una medalla de oro; soy capaz de mantenerlos sentados durante 50 minutos en clase, mientras que sus padres no logran que permanezcan quietos ni cinco sin darles un Playstation, un iPad o el smartphone. ¿Quieres saber cómo lo hago? Hago que se sientan especiales, les enseño a hacer preguntas, les hago pedir disculpas y que entiendan por qué. Hago que tengan respeto y aprendan a ser responsables de sus actos, les enseño cómo escribir, y después hago que escriban; no todo se hace con un teclado. Hago que lean, lean y vuelvan a leer; les enseño matemáticas y a usar la cabeza en lugar de la calculadora. Les enseño idiomas y las costumbres de otros países, sin olvidar preservar su identidad cultural; hago que se sientan seguros y cómodos dentro del ambiente de nuestra aula. Finalmente les hago entender que si utilizan bien todo lo que les he enseñado, trabajan duro y hacen lo que les gusta, tendrán éxito en la vida. Después, cuando la gente intenta juzgarme por lo que hago, voy con la cabeza en alto y recuerdo que no hay que prestar atención a los ignorantes. ¿Quiere saber lo que hago? causo impacto positivo en la vida educando a sus hijos y preparándolos para ser directores, médicos e ingenieros. ¿Qué hace usted, señor director?”
El director se quedó sin palabras, por lo que sin pensarlo se levantó y se fue de la mesa.
Sin duda alguna la respuesta de esta maestra fue increíble y es un claro ejemplo que no debemos educar a nuestros hijos para ser ricos, sino para que sean felices y aprendan el verdadero valor de las cosas, no su precio.