Una de las ilusiones más grandes de toda mujer es convertirse en madre. Es cierto que los tiempos han cambiado y que la mentalidad de las chicas está enfocada a otras cosas de mucha demanda cotidiana como el trabajo, las relaciones, los pasatiempos y el crecimiento personal. Pero siempre queda un espacio vacío en el pecho, un destello de ilusión por darle vida a una personita nueva que algún día nos llame “mamá”.
Sara Casey ya había intentado todos los tratamientos de fertilidad que su cuerpo podía permitirle experimentar, pero cada uno fue en vano y solo le rompía el corazón y aumentaba el número de sus decepciones. Por eso es que su madre, Kristine Casey, de 61 años de edad, decidió prestarle su vientre pues se encontraba en condiciones óptimas de salud y no dudó en colaborar para que su hija cumpliera el gran sueño de convertirse en madre.
El sacrificio de amor más grande
Fue como dar la vida por Sara dos veces. Cuando esta chica y su marido se cansaron de exponer sus cuerpos a tantos tratamientos de fertilidad que solo les alteraba hormonalmente, decidieron buscar un vientre de alquiler, ¿y quién mejor que la abuela para cuidar del pequeño? Ambos depositaron su confianza en Kristine, quien aún se conservaba bastante bien para embarazarse.
No fue un milagro: fue el amor de una madre
Quedó embarazada a los 61 años de edad, por medio de fertilización in vitro, con el esperma del esposo de Sara.
Y entonces el milagro en la familia ocurrió
En febrero del 2011 nació Bill, un niño sano y juguetón que llegó a alegrar el corazón de sus dos madres.
Es la abuelita más consentidora
Y cómo no iba a tener esa conexión con su nieto, si lo cargó en el vientre durante nueve meses.
Ahora Bill tiene 6 años de edad
Y es afortunado porque no solo tiene una madre que luchó durante años para concebirlo, sino que tiene una abuelita que literalmente dio la vida por él.