“Odio cada cliché que existe acerca del perdón. Conozco cada adagio, consejo, opinión que se haya escrito sobre el tema, lo he buscado a mi modo a través de la literatura. He leído la entrada de cada blog acerca de la ira. En las paredes de mi habitación hay decenas de post-it con frases de Buda. Sé que no es sencillo. Estoy cansada de los adagios, conozco la brecha entre decidir perdonar y el hecho de sentir esa paz, que para mi es totalmente infranqueable en este momento, lo sé.
El perdón es un vasta tierra intransitable para aquellos que buscan y anhelan la justicia. Tan sólo la idea de dejar ir a alguien que ha hecho mal sin que se le aplique la justicia, nos enferma. Es como cuando no quiero irme con las manos limpias. Necesito, anhelo, deseo mancharme las manos de sangre de aquel que me ha hecho daño. Quiero hacerle entender que hizo mal y que no se quedará así, sin haberme vengado.
Perdonar es como traicionarse a sí mismo. No quiero renunciar a la lucha por la justicia por algo me han hecho, la ira arde tan dentro de mi y me hace tanto daño; lo sé, estoy consciente, pero no puedo evitarlo. La ira para mi es inseparable, la traigo en mi corazón, en mi mente, en mi pecho. Conozco perfectamente la sensación, mi segundo latido es la furia”.
Pero he aquí la respuesta hacia la ira: es un emoción (instrumental). Nos enojamos porque queremos justicia. Porque la creemos útil. Porque suponemos que entre más enojados estemos más rápido se resolverá. Pero la ira no se da cuenta de que el pasado terminó y el daño ya está hecho. La ira nos dice que la venganza todo lo arregla. Siempre está en la búsqueda de la justicia.
Excepto que la justicia que queremos no siempre es realista. Permanecer todo el tiempo enojado es como quitarnos continuamente la costra de una herida que intenta tener una cicatriz. Eso es pensar que algún día, la persona que nos ha hecho daño vendrá y nos apuñalará hasta dejarnos irreconocibles.
La verdad de es que la ira se rehúsa a sanar, porque tienes miedo. Tienes miedo a que tus heridas sanen y tengas que vivir con una nueva piel. Quieres tu antigua piel de regreso. La ira te dice: debes mantener sangrando la herida.
Cuando te encuentras iracundo el perdón parece imposible. Quieres ser capaz de afrontar todo de manera inteligente, porque tienes claro que es lo más saludable. Quieres la paz que ofrece el perdón. Quieres liberarte. Quieres que la locura en tu cerebro pare, pero no puedes encontrar una manera de llegar hasta ahí.
Porque es aquí donde te has dado cuenta que todo lo que te digan acerca del perdón no arreglará nada. No es como cuando utilizas una goma para borrar y todo el dolor que tienes se va a limpiar. Uno no se deshace del dolor de forma inmediata y nos concede la paz que tanto necesitamos.
Encontrar la paz será una larga y difícil batalla. Perdonar es como aprender a mantenerte hidratado a lo largo del camino.
Perdonar significa renunciar a la esperanza de haber tenido un pasado diferente. Significa saber que el pasado se acabo, que el polvo se ha asentado y que la destrucción que provocó el dolor dejó algo que ya no puede ser reconstruido.
Es aceptar que no existe una solución mágica para para el daño que te han hecho. Es la constancia de que a pesar de que haya pasado injustamente un huracán por tu vida, todavía tienes la capacidad de vivir en una ciudad entre las ruinas, y que por más ira que tengas, no se reconstruirá esa ciudad. A esa ciudad sólo la puedes reconstruir tú.
Perdonar es aceptar la responsabilidad, no para causar más destrucción, sino para hacer una limpieza. Está decisión es la más importante, es el momento de la restauración de tu propia paz, que finalmente es la gran prioridad más que ninguna otra.
Pero el perdón no quiere decir que tengas que hacer las paces con quien te hará o te hizo daño. No es hacerlos tus aliados y menos simpatizar con el o ellos, o simplemente darles la validación de que te han dañado.
El perdón sólo significa aceptar que han dejado una huella en ti. Y que, para bien o para mal, esa huella ahora eres capaz de soportarla. Esto significa que haz terminado con la espera de la restauración. Es aquí cuando haz decidido curar tus heridas, independientemente de lo profundas que estas fueron. Es tomar la decisión de seguir adelante con tus cicatrices.
El perdón tampoco quiere decir que se habrá de dejar que reine la injusticia. Se trata de la creación de la justicia propia, tu propio karma y tu destino. Se trata de plantar de nuevo los pies en la tierra y decidir si quieres que el resto de tu vida sea miserable a causa de lo que te pasó.
Significa caminar con valentía al futuro, que estás dispuesto a seguir con cada cicatriz y callosidad que te pase a lo largo de la vida. El perdón significa que no vas a dejar que lo que te pasó te dañe por más tiempo.