Luna hoy tiene 1032 años gracias a Julia Butterfly Hill. Gracias a ella, este árbol puede seguir viviendo una eternidad en los bosques californianos.
Julia nació el 18 de febrero de 1974 en Arkansas. De familia muy humilde, estudió en su casa hasta los 12 años. Su padre era un predicador itinerante y por lo tanto su casa era una caravana que compartía con sus tres hermanos. La vida nómada y ambulante y la influencia paterna la educaron en la escasez y el pragmatismo.
El apodo de ButterFly se le atribuye a un viaje familiar de grandes caminatas, durante todo el recorrido una mariposa se posó en su hombro durante todo el recorrido, desde entonces en todas partes la conocen con este apodo.
Cuando tenía 22 años Julia sufrió un grave accidente automovilístico que la llevó a tener secuelas y largas etapas de rehabilitación, mismas en las que ella quiso realizarlas en los bosques californianos, esta etapa cambió para siempre a Julia.
“Me adentré en el bosque y por primera vez experimenté lo que significa de verdad estar vivo. Entendí que yo formaba parte de aquello. Poco después supe que la Pacific Lumber Maxxam Corporation estaba talando esos bosques y mi confusión fue total. Contacté con la asociación Earth First, que hacía sentadas en los árboles para impedir su tala. Así conocí a Luna”.
Luna es uno de los milenarios secuoyas del bosque de la ciudad de Stanford, en California. A finales de 1997 la Pacific Lumber Company irrumpió en la arboleda de 60 mil hectáreas para iniciar la deforestación de uno de los ecosistemas más importantes de la zona.
Sin embargo en su camino se topó con Julia, quien a toda costa impediría que Luna muriera en ese bosque.
Luna ya tenía sus primeras heridas de guerra, debido a que un leñador lo había partido con una motosierra; no obstante Butterfly logró impedir que terminara el trabajo. Fue entonces cuando ella trepó al milenario árbol y no bajó sino hasta después de ¡738 días!
En un principio la idea era solo pasar dos semanas hasta el relevo de un compañero, pero ese compañero nunca llegó.
Así que un pequeño grupo de personas le suministraba por medio de cuerdas y poleas los alimentos necesarios para su estadía, incluyendo pequeños paneles solares para cargar el celular con el que organizaba las entrevistas, buscaba adeptos a la causa o incluso para hablar directamente al senado norteamericano.
Luna se convirtió en su pequeño hogar a 60 metros de altura. En una pallet de 3 metros cuadrados cubierta de lona impermeable, una parrilla solar, un cubo con una bolsa hermética para hacer sus necesidades y una esponja para recoger el agua de la lluvia para ducharse, pudo sobrevivir dos años en la copa de este gran secuoya.
“…Sí, la Pacific Lumber comenzó a talar árboles a mi alrededor. Aparecieron helicópteros que me echaban chorros de agua. Quemaron los bosques durante seis días, el humo destrozó mis ojos y mi garganta y me llené de ampollas. Luego montaron guardias día y noche para que no me pudieran suministrar comida. Acabé amargada, chillando, dando golpes, al borde de la locura. Para consolarme pensaba en las familias de Stanford que a causa de la tala del bosque se inundaron y se quedaron sin casa”.
Pero aún no pasaba lo peor. Fue en el invierno de 1998 cuando una impresionante tormenta que duró más de dos semanas estuvo a punto de separar a Julia de Luna. Los vientos eran tan impresionantes que terminaron aventando a julia y a su refugio.
Sin embargo no se iba a dar por vencida tan fácil, así que se abrazó de una gran rama y alcanzó a escuchar en medio de la tormenta a la voz de luna recordándole que “sólo las ramas que son más rígidas se rompen”. Abandonó entonces esa rama dura y se cambió a otra para hacerle frente a la tormenta. Luna le salvó la vida a Julia.
Los deforestadores ya la llamaban eco-terrorista, pero el salvarse de esa tormenta era lo que menos le importaba. Fue entonces cuando tomó una actitud más espiritual y dejó sus dolencias de lado para unir su vida a Luna.
Ya conocía cada insecto que habitaba en el árbol, cada rincón de luna; tanta fue su unión espiritual que dejó de utilizar arnés y zapatos para dejar de hacerle daño a su gran amigo. Esto le permitió encarar con certeza y ventaja psicológica en la negociación con los taladores.
A poco más de un año de haber permanecido en el árbol, Julia ya era considerada una fuerte activista que se ganó el respeto y apoyo de muchas organizaciones ecologistas y de los medios de comunicación.
Así que comenzó el desfile de famosos que subieron al árbol para visitarla, como Woody Harrelson y Bonnie Raitt. El impacto mediático fue tan grande que se tornó un gran desafío para los taladores.
Fue el 18 de diciembre de 1999 cuando, luego de las negociaciones con la maderera, se comprometieron a respetar a Luna y a los demás árboles a 60 metros a la redonda; además de incluir una política medioambiental para todos sus futuros trabajos.
Ese día finalmente Julia tuvo que dejar a Luna y descendió a tierra firme.
Pasó 738 días entre sus ramas y obligó a la compañía maderera a indultar el árbol y a todos sus hermanos cercanos.
Hoy Butterfly sigue en organizaciones no gubernamentales apoyando causas similares, luchando por el medioambiente.