Estamos a unos días de que termine el 2016 y podemos decir que este ha sido un año de grandes sacudidas para el mundo. Cada día que pasa parece que el odio se va apoderando de nuestros corazones y nos hace sacar nuestra peor versión. Los ataques de odio son una muestra de que hemos olvidado que todos somos seres humanos. Sin importar el color de piel, el género, la religión o la nacionalidad, todos hemos sentido cómo se nos estremece el alma cuando vemos a una mujer de color llorando porque la policía de Estados Unidos asesinó a su hijo por el simple hecho de ser de otra raza.
Las guerras en donde a diario pierden la vida miles de inocentes parecen ya no afectarnos solo porque se desarrollan del otro lado del mundo, pero ¿en serio no te importa que un niño sirio se encuentre en shock por haber perdido a sus padres y hermanos en un bombardeo?, ¿no has pensado que ese niño estará solo por el resto de su vida, que no habrá quien lo acompañe camino a la escuela o en su graduación o en su cumpleaños? ¿No te importa que, como él, haya miles de niños más? ¿De verdad nada de eso te importa?
Pero no solo los temas negativos invadieron el navegador de Google, afortunadamente también hubo acontecimientos que nos hicieron creer en la magia de la fe, esa que nos une y nos hermana como ciudadanos del mundo.
Como las lágrimas de felicidad de un niño después de ver a los Cubs ganar una Serie Mundial -sí, lo hicieron después de un siglo sin conseguirlo-, o como cuando vimos a los luchadores de la WFC intercambiando flores como muestra del espíritu de hermandad.
Después de ver el video, yo me quedo con la frase de Lin-Manuel Miranda’s:
“El amor es amor, es amor, es amor, es amor, no se puede destruir ni ignorar”.
¿Con qué te quedas tú?