Él se encontraba muy emocionado por el próximo enlace matrimonial de su hijastra, a la que acogió como a su hija desde hace 10 años y a la que ha mantenido durante todo este tiempo. Y aunque él se responsabilizó de todos los gastos de la boda, a unos días del enlace, ciertas situaciones reveladoras y realmente duras le hicieron tomar la decisión que jamás imaginó tomar.
Esta es su historia:
Mi hijastra se casará el 3 de noviembre. La coordinadora de bodas ha acaparado la mayor parte de su tiempo y el de su madre (y digo su madre porque no estamos casados, aunque hemos vivido juntos por 10 años los últimos 6 meses).
Mi hijastra se graduó de la universidad en diciembre pasado. Le pagué su estadía en la escuela, que aunque era una escuela estatal, costó 40 mil dólares. Ella no tiene trabajo y ha vivido con nosotros durante toda la carrera hasta su graduación. También le compré un coche para que pudiera ir y venir de la escuela cuando terminó la preparatoria.
De vez en cuando su perezoso padre aparecía en su vida, y ella lo adulaba mucho, aunque él nunca ha contribuido con un centavo para su educación o pagado algo para su manutención. Mi hijastra aún lo ama y desea que forme parte de su vida, y él permanece el tiempo suficiente para romperle el corazón cada vez que evita pasar por nuestra ciudad o cuando rompe algunas promesas que le hizo.
La boda es para 250 invitados aproximadamente. Les di una lista de 20 personas que quería invitar porque, finalmente, yo estaba pagando todo. Me dijeron que no habría problema y que se encargarían de eso, por lo que les hice saber a dichas personas que en los próximos días les llegaría una invitación para que reservaran la fecha. El sábado vi a uno de mis amigos de esa lista en el campo de golf y le pregunté si iría. Me contestó que no estaba invitado, que recibió un anuncio de boda pero no una invitación. Lo tenía en el asiento trasero de su coche y me lo mostró. Ciertamente, era un anuncio en el que no aparecía mi nombre por ninguna parte, sólo el de su padre y su mamá, pero no el mío.
Esto dio pie a una gran discusión con su madre cuando descubrí que ninguno de los 20 invitados de mi lista “pasó el corte” para la lista final de invitados porque “250 personas son muy pocas”. Estaba furioso, pero no podía hacer nada porque las personas que me importaban ya habían sido ofendidas. Mi novia dijo: “Si alguien no confirma, se podría incluir a un par de personas”. Esa fue la última bofetada, en mi opinión.
Ayer tuvimos una cena dominical con la familia del novio, y como invitado sorpresa, apareció el ‘verdadero padre’. En esta pequeña cena mi hijastra anunció que su ‘verdadero padre’ la entregaría en el altar. Todo fue festejado con un coro de: “¡Oh, maravilloso!” y “¡Genial!”
No creo que alguna vez me haya sentido tan enojado y tan poco respetado. Estaba temblando. Me tomó unos cuantos segundos recobrar la compostura porque honestamente no estaba seguro de si comenzaría a llorar o a tirar golpes; o ambos. Una vez que pude hablar, me levanté de mi silla y dije que me gustaría proponer un brindis. No recuerdo exactamente lo que dije pero a grandes rasgos fue lo siguiente:
Me gustaría proponer un brindis (el sonido de las cucharas contra las copas sonó en mis oídos). Ha sido un placer formar parte de esta familia por los últimos 10 años. En este punto de mi vida siento que debo agradecer a la novia y al novio porque me han hecho abrir los ojos a algo muy importante (aquí intercambiaron sonrisas confiadas). Ellos me han mostrado que mi posición en esta familia no es la que alguna vez pensé que era.
(Ahora un velo de confusión y desconcierto comenzó a propagarse en todos los rostros presentes) Aunque alguna vez pensé que yo era el patriarca de la familia, que merecía respeto y a quien se pedía ayuda cuando era necesario, parece que en lugar de ello mi papel es el de un cajero automático, bueno para ofrecer dinero, pero nada más. Como he sido reemplazado como anfitrión, tanto de las invitaciones como de la ceremonia, reasigno mis responsabilidades financieras como anfitrión a mi sucesor, el verdadero padre. Así que: ¡Salud por la feliz pareja y por el camino que han elegido! (Terminé mi trago). Ahora todos pueden irse.
¿Es egoísta? ¿Se supone que debo pagar 40 o 50 mil dólares por una boda en la que no puedo invitar a nadie? ¿De la cual no formo parte? Ya estoy harto de esta mierda. Estoy harto de mi hijastra, estoy harto de mi novia. Transferí el dinero de nuestra cuenta compartida anoche (ella no ha trabajado desde que se mudó conmigo). Esta mañana llamé a los proveedores, a quienes hice cheques con depósitos, para que me devuelvan el dinero. Hasta ahora parece que perderé alrededor de mil 500 dólares por el lugar, pero los otros han sido muy compresivos con el reembolso.