En países desarrollados, una persona promedio produce al día cerca de dos kilogramos de basura; esta contaminación se multiplica de manera alarmante en esas ocasiones en las que nuestra rutina cambia un poco y realizamos actividades tan simples como hacer el súper o escaparnos de día de campo con la familia. ¡Somos una destructiva máquina de polución andante que deja residuos por donde pasa a causa de los productos desechables! Y es que nuestro consumo no solo deja mucho que desear en cuanto a moderación, sino que ha causado daños irreparables, tanto que una “insignificante” bolsa de plástico seguirá afectando a las generaciones venideras durante 450 años más, lo que dura su proceso de desintegración.
Todo se debe a una deshonesta estrategia de marketing en la cual ciertas compañías invierten un extra en sus empaques para justificar gastos y venderte más caros sus productos solo por la “excelente protección y calidad que te brindan”. Es decir, una manzana del supermercado bañada en cera, empapelada, envuelta en plástico y guardada en una simpática charola de unicel con la leyenda “directo del huerto”, te costará tres veces más que una fruta verdaderamente cortada del árbol y puesta en venta dentro de un mercado local. Si de las dos opciones tú eliges comprar la primera… déjanos decirte que el problema eres tú.