Tener una discapacidad física por haber sufrido la amputación de algún miembro no es, necesariamente, el fin de la vida. Hay personas que han padecido esta desgracia y que, sin embargo, nos demuestran que no existen límites cuando se tienen ganas de vivir.
Afortunadamente, los avances tecnológicos son ahora un gran apoyo. Sin embargo, el desarrollo de nuevas y mejoradas prótesis y el acelerado crecimiento de la tecnología también han causado algunos fenómenos sociales en verdad extraños.
Ese es el caso de los transabled o transcapacitados (aquellas personas que tienen un fuerte deseo de amputarse alguna pierna o brazo para sentirse bien consigo mismos). Hasta el momento, son un pequeño grupo de personas, pero comienzan a ganar popularidad y, con ello, la posibilidad de que más en todo el mundo quieran sumarse a este extraño fenómeno.
Alexandre Baril, un académico de la Universidad de Québec, Canadá, dice que esta condición es más compleja de lo que se cree:
“Definimos transabled como el deseo o la necesidad de una persona de transformar su cuerpo a uno con una discapacidad física. Alguien que quiere convertirse en ciego, un amputado o parapléjico. Es un deseo muy fuerte”.
El Trastorno de Identidad de la Integridad Corporal (BIID por sus siglas en inglés) es un enfermedad psicológica poco común, que hace que las personas piensen que alguna de sus extremidades no forma parte de su cuerpo. Este sentimiento se origina en el cerebro y hace que algunas personas lleguen a amputarse ellos mismos.
El padecimiento psicológico fue reconocido hasta la década de los 90 y, a pesar de tener algunas similitudes, en realidad es muy distinto a lo que sufren los transcapacitados, pues una cosa es sentir que una pierna o un brazo no pertenecen a tu cuerpo y otra muy distinta es querer ser ciego o cuadrapléjico por gusto.
Quienes estudian esta realidad, establecen que los transcapacitados sienten lo mismo que los transgénero: en lugar de querer ser de otro sexo, buscan ser discapacitados. Los académicos de las universidades de St. Thomas, en Estados Unidos, y Quebec, en Canadá, han comenzado a estudiar este fenómeno.