Se considera generación Y a todos aquellos que nacieron entre los años 80 y la década de los 90, y que crecieron en una era del rápido desarrollo de las nuevas tecnologías y que casi no recuerdan cómo era el mundo sin Internet.
Es una generación de tontos que se creen inteligentes, ven que sus padres salen temprano de casa, trabajan duro, van y vienen del centro de la ciudad a la oficina, hacen filas en el banco, por lo regular en autos sin aire acondicionado; pero que ganan lo suficiente para mantener a una familia con tres hijos, coche, perro e incluso para salir a comer fuera de casa los domingos.
La generación actual tiene la falsa idea de la diversión que nunca termina. Al grado de convertir el entorno de su trabajo en un circo, algo así como”¡Eh, pero que divertido es trabajar aquí!, eres un malvado si no pagas horas extras”, o de los que trabajan toda la noche a cambio de pizza”.
Cuando los padres están en casa, quiere decir que realmente están en casa; no importa que el día en el trabajo haya sido difícil, después de las 6 de la tarde se sientan en el sillón, abren la primer cerveza y se ponen a ver el fútbol.
¿Cuándo fue la última vez que realmente estuviste desconectado de tu trabajo? Intenta convercerte de que no tienes ningún mensaje de Whatsapp o algo aún peor: no responder a ninguno.
Probablemente muchos han caído en el mito de la casa-oficina como algo liberador, pero años más tarde se dan cuenta que lo único que fueron capaces de liberar fue su horario de trabajo. “¡Ah, pero trabajas en casa!”. Bien, es una señal de que vas a recibir peticiones o mensajes a cualquier hora de la mañana.
Quizás no lo has notado, pero actualmente las personas tienen muchas opciones para ser más productivos de lo que fueron sus padres o tíos.
Antes para cumplir con un cliente se tenía que ir directamente a la tienda o a su casa, hoy en día para ese tipo de trato se usa Skype. Para enviar documentos antes se usaba el fax o se mandaban documentos a través del correo, para eso hoy se usa el e-mail. Antes todo estaba limitado a lo que había en su ciudad, actualmente el Internet nos conecta con todo el mundo.
Sin embargo, ¿qué ganancias obtenemos de esto? ¡Abran los ojos! Las agencias frikis que tienen mesa de billar, golosinas, café expreso y videojuegos sólo significa que tú estás pagando todo y a fin de mes se verá reflejado en tu salario.
Nos estamos convirtiendo en una generación de treinta cuyos intereses son los próximos shows de los Arctic Monkeys, la moda, la cerveza gourmet y la próxima temporada de House of Cards. En una generación sin hijos que huyen de sus responsabilidades, que se engañan a sí mismos con la idea de que su jefe es su amigo porque “rompe algunas reglas por él”.
Escuchamos decir a todo tipo de especialistas que la generación Y es libre por excelencia, que aprecia la movilidad y la calidad en el trabajo. Pero por alguna extraña manera nos hemos perdido en el camino y nos convertimos en la clase de personas que habla con su cliente a las 8 de la noche mientras cena con su esposa. Escusándonos tras la frase “¡Oh, que nefasto! ¡Mi jefe no me deja en paz!
Cuando vemos a nuestros padres y abuelos simplemente pensamos que eran los esclavos de la familia, que habían tenido muchos hijos y que de alguna manera estaban destinados a tener una vida llena de limitaciones. Pero piensa un poco: en la actualidad, ¿a partir de qué edad las personas tienen casa y coche propio?
En algún momento entre el fin de la carrera y el comienzo de la vida adulta, perdemos el camino.
No estamos estableciendo relaciones sanas entre empleado y empleador, sino que lo hemos convertido en una mezcla de compañerismo o alianza con probabilidades de proyectos que pueden ayudar a cambiar el mundo, pero que no ayuda ni siquiera para pagar una renta. En cambio, si no eres empleado, tienes tu propio negocio y eres un pequeño empresario; las noticias tampoco son muy buenas…
Con la popularidad de la tecnología y la conectividad, los superhéroes ya no son tan atletas y los hombres con traje de Wall Street se han convertido en los empresarios de Silicon Valley. Nos hemos convertido en el tipo de personas que siempre visten camisas del mismo color, tenis; van al trabajo en bicicleta y llevan una dieta que ayuda al medio ambiente.
Esto contrajo la cultura de la motivación constante y la satisfacción del cliente a cualquier precio. Pase lo que pase, la experiencia del cliente debe ser siempre la mejor; incluso aunque él no tenga la razón. Sin embargo, el cliente no siempre tiene la razón. Él no sabe lo que es mejor para su negocio y no siempre el logotipo de oro con bordes rojos es la mejor opción.
La cultura de esta generación dice que se debe buscar siempre la composición, es decir, hacer reuniones interminables hasta que todo el mundo quede completamente satisfecho y sonriente. La satisfacción del cliente es lo primero.
La camisa de fuerza verbal es una de las conductas que más causa daño a la mente y conciencia de toda persona. Dentro de la iniciativa empresarial, el 90% de los trabajadores sufre de este tipo de mal.
La liberación más grande para cualquier empresario es cuando éste alcanza cierto grado de autonomía, cuando esto sucede se puede llamar la atención de su cliente y darse cuenta lo que es bueno para él; identifica el error, justifica su dinero diciendo que él está haciendo algo por solucionarlo.
Por ejemplo, la madre que paga la escuela de su hijo no quiere que critiquen o molesten a su hijo, después de todo ella está pagando por su educación. De la misma manera, el cliente molesto y persistente no quiere ser perjudicado; es por eso que ahí aplica el famosa lema “el cliente siempre tiene la razón”, sin importar que eso sea una desventaja para el empresario.
Las personas están acostumbradas a mandar, ya que ellas están pagando por ello. El código de protección al consumidor ha creado un monstruo, perjudicando la salud emocional y física de millones de empresarios.
La mejor opción es tener una empresa en donde puedas mandar al cliente no deseado por un tubo. Sin embargo, en el mundo de arcoiris de la generación Y están hechos de vidrio, son groseros, parciales y anticuados. A expensas de su propia salud y de la economía de la empresa, deciden conservar ese cliente molesto y arrogante que la mayoría de las veces no ha pagado.
En conclusión,¿. Es por eso que surge la pregunta ¿qué pasó con la generación Y?