En todo trabajo siempre está el típico empleado ocupadísimo. Ubícalo: Tiene su agenda llena con pendientes, a veces no va a comer con los demás porque tiene mucho que hacer, casi siempre sale después de horas, se la pasa hablando de todo lo que tiene qué hacer y normalmente lo hace con un tono condescendiente consigo mismo (“¡no sé ni de dónde saco el tiempo”) y suele subir en sus redes publicaciones como: “Sin esfuerzo no hay recompensa” junto con una fotografía de él/ella en la oficina a la 1:00 am.
Ya lo ubicaste ¿verdad?
Pues déjame decirte que ser una persona ocupada no necesariamente te convierte en una persona productiva, y es que entre una y otra hay una gran diferencia. ¿Quieres saber en cuál grupo encajas? Sigue leyendo: