En las colinas de Génova se sitúa una de las llanuras para el descanso eterno más hermosas y tétricas de Italia. El edicto de Saint Cloud, emitido en 1804 por Napoleón Bonaparte, fue un parteaguas para que el arte neoclásico pudiera conocer este mítico lugar, y aunque el proyecto de un camposanto majestuso fue aprobado en 1835, la construcción comenzó hasta el año de 1844 a cargo del arquitecto Giovanni Battista Resasco, quien concluyó su obra siete años más tarde.
El documento decretaba la estricta prohibición para usar sepulcros ilegales e informales, y es que la gente acostumbraba enterrar a sus muertos de manera sencilla en zonas cercanas al centro de la ciudad o en los templos, generando mal aspecto y un gran peligro para la salud de la población.
La norma incitó a varios arquitectos a trabajar en propuestas para los páramos, dando paso a los primeros mausoleos comunitarios de Europa. Los opulentos burgueses no iban a desaprovechar la oportunidad de presumir sus riquezas incluso hasta en la muerte, por lo que el bello Cementerio Monumental de Staglieno se convirtió en uno de los centros culturales de mayor índole turística debido a las admirables obras de arte que escultores y arquitectos realizaban para las tumbas de hombres acaudalados.
La espiritualidad en estas esculturas funerarias fue tal que ahora Staglieno es mundialmente reconocido como un museo al aire libre, y el misterio que esconde su arte le ha hecho ganar a pulso su nombre: La ciudad de los muertos.