A los jardines de muy pocas personas afortunadas llegan las aves para postrarse sobre sus plantas; y muy pocas -realmente pocas personas- tienen la fortuna que tiene Gabie Mann, una pequeña de Seattle a quienes los cuervos le otorgan gratitud por la comida que ella les da.
Gabie tiene 8 años de edad y deja comida en su jardín para que los cuervos lleguen a comer. Ha armado contenedores que coloca en la mesa del jardín con la tapa abierta. Además deja croquetas para perro de forma aleatoria en el pasto para que ellos las busquen. Y a cambio de ello, los agradecidos cuervos le dejan pequeños regalos.
Dentro de una hielera vieja y dividida con varias secciones se encuentra el gran tesoro de Gabie Mann: objetos que en agradecimiento los cuervos le dejan día a día o de vez en cuando por alimentarlos.
¿Pero qué son estos pequeños regalos?
Entre las cosas que los cuervos le llevan a Gabie hay: una bola miniatura color plata, un botón negro, un clip de papel azul, un cordón amarillo, un pedazo negro desteñido de fomi, una pieza de Lego azul y muchas cosas más.
Muchos de ellos están rayados y sucios, pero todos estos objetos son lo más preciado para ella y son más valiosos que el oro, pues se lo han dado sus amigos los cuervos. Y sin duda, su regalo más preciado es una perla en forma de corazón, pues ella asegura que con esta piedra preciosa le han demostrado cuánto la aman.
Dentro de la hielera vieja se encuentran estos tesoros, cada uno en bolsas de plástico trasparente y acomodado por secciones. En una de las etiquetas se alcanza a leer: “Trozo de mesa negro en un alimentador, 9 de noviembre de 2014 a las 14:30”.
“Hay trozos de unas bombillas rotas, piezas de vidrio marrón desgastadas por el mar y vidrios de color cerveza”.
Su relación con los cuervos comenzó en 2011, cuando al bajar del autobús escolar con su hermano, se le cayó por accidente un nugget de pollo y un cuervo hambriento se lo arrebató.
Después se paró frente a ella y esperó a que le diera otro. Su hermano no lo podía creer, pero estaba sucediendo; así fue como inició su gran amistad con estas aves.
Más tarde, simplemente se cansó de sólo darles comida ocasional cuando bajaba del autobús, así que se puso a construir contenedores afuera de su jardín para darles de comer todos los días, sin falta.
A Lisa, la madre de Gabie, no le importó que a sus hijos les gustará compartir los alimentos con los animales, pues es una forma perfecta para inculcar valores como el del amor por la naturaleza y el significado de compartir.
Según el biólogo investigador local, John M. Marzluff, por lo regular los cuervos entregan objetos a quienes quieren cortejar, sin embargo con la pequeña es diferente; pues según explica, ella y su familia han establecido un vínculo personal de amor, como si se tratará de un animal doméstico.
Por esta razón intenta investigar el comportamiento tan noble que estas aves de rapiña tienen para con Gabie.
En una ocasión Lisa perdió la tapa del lente de su cámara cuando salió a tomarle algunas fotografías a un águila calva que merodeaba por el vecindario. Pero para su sorpresa, unas horas más tarde, cuando ella y Gabie salieron al jardín a llenar los contenedores, se encontraron la tapa en uno de ellos.
Era obvio que algún amigo cuervo se la había encontrado y la llevó de regreso a casa. ¡La madre de Gabie no lo podía creer!