La típica descripción de un conejo, si pensamos en la literatura medieval y en el arte, es una imagen de inocencia y pureza, una bolita esponjada de tibia suavidad. Otra asociación común es la de la fertilidad, como cuando decimos que alguien tiene hijos como conejo, o cuando se hace referencia a su velocidad de copulación.
En otros casos, los conejos se asocian con la suerte.
Pero en algunos manuscritos medievales el conejo se vuelve más sombrío, y es casi una expresión de la posesión diabólica. Inofensivo en un principio se vuelve violento, y hay muchos ejemplos de ello, donde la criatura aparentemente inocente se levanta en dos patas y siembra el terror entre los cómics de la época. Decapitaciones y otras actitudes poco apropiadas para un conejo hacen su aparición por todos lados.
Una manera de interpretarlo es que las ilustraciones al margen son roles violentos inversos como una especie de simbolismo humorístico. Ya que estos animales son tan poco temibles, parece divertido pensar que el ilustrador, un monje sentado durante horas frente al pergamino, quisiera presentar a este animal inocente como el villano más temible de los X-Men.
También parece una manera de mostrar lo estúpido de la naturaleza humana, que es objeto de los conejos rabiosos, una especie tan tonta que es capaz de ser destruida por liebres y demás familiares de Bugs Bunny.
Si quieres una muestra de lo que es capaz de hacer un conejo, mira esta escena del conejo asesino en la comedia británica de Monty Python, El Santo Grial: