Iris Grace es una pequeña con autismo, conocida mundialmente por sus hermosas pinturas. Junto a ella existe un personaje que no ha estado bajo los reflectores: su gata Thula.
Este animalito, que contribuye a su rehabilitación, pertenece a la raza Maine Coon, conocida por su gran tamaño y por ser inteligentes y cariñosos. Aunque Thula aún no tiene un año de edad, cumple estas particularidades a la perfección: su carácter gentil y compasivo es especialmente importante para una niña como Iris.
“Sin importar la actividad que estemos realizando, Thula siempre está ahí”, dice Arabella Carter-Johnson, madre de Iris. Esto abarca, desde luego, pintar, pero también jugar con plastilina y con un Ipad, dar paseos a pie o en bicicleta, hacer rompecabezas, y la hora del baño. Thula e Iris interactúan todo el tiempo, lo cual es de vital importancia para el proceso terapéutico.
Arabella señala que la ansiedad de Iris ha disminuido, y Thula la ayuda a mantenerse calmada. También, que la motiva a ser más social, ya que Iris se dirige a ella con pequeñas frases.
Hace un año Iris tuvo una etapa de rehusarse al baño y a lavar su cabello. Desde que llegó, Thula participa y toma con ella su baño de tina. Arabella las enjabona juntas y las cosas han cambiado.
Ahora Iris es muy activa por la mañana. Antes de tener a Thula era difícil comenzar el día, mientras que ahora es más sencillo que se involucre en diversas actividades.
En general, no se recomienda tener a un animal como parte de la terapia de un niño con autismo, pero las investigaciones demuestran que, de vez en cuando, hay casos como el de Iris y Thula, con resultados asombrosos.
Arabella recuerda los intentos previos con terapia equina y con un perro: Iris se mostraba poco interesada en los caballos, y con el perro no se llevaba bien; le molestaba que la lamiera y que moviera su cola, así como su hiperactividad en general.
Finalmente, tras seguir leyendo sobre cómo los animales han ayudado a los niños con autismo, pensó en un gato como terapia, pero el elegido no parecía gustarle mucho.
Fue hasta el día que la novia de su hermano les pidió cuidar a su gata siberiana durante unas vacaciones de Navidad, que supo que podía existir una buena conexión con Iris, pues la tuvieron de inmediato.
“Me di cuenta de que aún no encontraba el animal adecuado. Nos tomó mucho tiempo y una gran cantidad de pruebas y errores hasta que conseguimos al correcto”.
Thula no es un gato entrenado, pero ha logrado grandes avances con Iris. Arabella la acostumbró a usar una correa con arnés desde pequeña y a montar en bicicleta. También se siente cómoda paseando en coche. “Lo demás lo hace por sí misma”, concluye Arabella.